Un canto a la vida, por Elena Morales

Escritura entre las nubes ha lanzado Remembranzas, sueños y confesiones, el primer libro de Máximo Claudio, una obra que rinde homenaje a las tradiciones, costumbres y cultura de las Islas Canarias, pero también un libro híbrido en el que se combinan con maestría prosa poética y lírica tradicional con ensayo de calado histórico, filosófico y social. El volumen se presentó el pasado viernes, 16 de octubre, en el Salón de Actos del Ayuntamiento de Güímar.

Como si en una tertulia de amigos se encontrara, el poeta nos va introduciendo en sus temas con una narración tan cercana y directa como suculenta y vehemente, que en ocasiones se tiñe también de nostalgia o ensoñación; y con ella nos cuenta, capítulo a capítulo, lo que motivó sus versos: una anécdota inesperada, un pensamiento fugaz, una lectura, una ópera, un viaje, un buen vino servido con esmero en un restaurante con encanto… Cualquier excusa es válida para cantarle a la vida, porque, en definitiva, eso es lo que hace Máximo, cantar con fluidez, o tal vez dejar que broten, como el agua de la fuente, sus melodías de versos siempre medidos y donde la rima toma su buena dosis de protagonismo; por eso, al leer, escuchamos, y al escuchar nos contagiamos de la sonrisa de los ojos con los que el poeta contempla el mundo que le circunda. 

Ocho partes completan el compendio: 

· «Naturaleza sensual», que nos transporta a caminos y parajes de la hechizada tierra canaria y a su vegetación autóctona, como sus «gotas de sangre del cielo», que no son otros sino los tajinastes rojos. 

· «En la corte de Bencomo», donde el autor reivindica la mezcla de sangres ─nativa y europea─ de la que provenimos los canarios, «impuesta por la fuerza, la necesidad o, en algún caso, tal vez, por el amor»; y es en el amor, precisamente, donde derrocha el autor imaginación para describir las pasiones entre Dácil y el capitán Castillo, Guacimara y Ruymán o Rosalba y el príncipe Guetón.

· «Sueños» o, más bien, reivindicaciones diversas, como la celebración en nuestros días de tradiciones guanches casi catapultadas al olvido (las fiestas del gofio o el ingenioso y divertido juego de seducción de las tapadas), pero también homenajes, como el que rinde a la Chaxiraxi de rubio cabello, humilde y amiga de los humildes, que apareció en la playa de Chimisay en 1395. 

· «A la dichosa costilla», una miscelánea de odas y tributos a las virtudes de la mujer, especialmente a su risa o sonrisa, así como un grupo de pequeñas historias trazadas con picardía y sarcasmo.

· «Güimeradas», en las que el autor recorre el municipio de Güímar para elogiar a su alcaldesa o a la farmacia de la plaza, mientras nos desvela nuevas anécdotas, curiosidades, ideas, propuestas, historias e, incluso, denuncias, en relación con el Municipio. 

· «Un paseo gourmet», un capítulo dedicado a restaurantes visitados por el autor, donde escribió sus versos a vuelapluma, entre plato y plato o antes del café, para dejarlos en agradecimiento a un buen servicio, a una buena comida o a un buen vino.

· «Personales» en los que recrea también con gran humor e ironía gratos recuerdos de su vida, rinde homenaje a personas a las que aprecia (amigos, maestros…) o lanza su indignación y sarcasmo contra ciertos sectores de la sociedad que pretenden manipular, a su capricho, el idioma castellano.

· Y «Contrapunto», colofón en el que el autor da una vuelta de tuerca a sus «gollerías», con el fin de reflexionar sobre el origen del mundo (mediante analogías con la ciencia, el antiguo testamento y la antiquísima leyenda babilónica de Gilgamés), así como concienciar de las dramáticas consecuencias del avance de la tecnología («palpable muestra del increíble ingenio humano»).

En definitiva, Remembranzas, sueños y confesiones es un conjunto de textos entretenidos que abarcan una gran variedad de temáticas y que han sido atrapados en este volumen con el único objetivo de que no se los lleve el viento, sino de que puedan traspasar varias generaciones, y, también, con el fin de que sean degustados lentamente, tal vez, bajo la sombra de una alegre palmera o un viejo pino canario.


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