El olor de una novela, por Elena Morales

Las novelas están pobladas de olores. Pero los olores de unas son más intensos que los olores de otras. Algunas tienen la facultad de hechizarnos con sus aromas adictivos. Este es el caso de El olor de los ausentes, que se presentó el pasado jueves 2 de julio, en el Real Club Naútico de Tenerife, en una sala abarrotada y con un éxito abrumador de ventas. Su trama se urde en el Lanzarote actual, y nos sumerge en las existencias de dos jóvenes marginados por sus inusuales circunstancias: Juan, el hijo de un sepulturero y Rosa, la huérfana que deja Alma, tras fallecer en el parto vencida por el alcoholismo. Pero volvamos a los olores, que es la cuestión de este artículo-reseña.



¿A qué huele la primera novela de Inma Vinuesa? 

La novela de Inma Vinuesa huele a narrativa contemporánea de calidad, con una trama bien narrada, bien documentada, bien estructurada, bien trabajada. Huele al más genuino realismo mágico; con sus involuntarios incestos, sus pócimas, conjuros o esos amores que traspasan lo cotidiano para situarse en una dimensión que linda con lo sobrenatural. Huele, doblemente, a cine, porque es fácil visualizar cada párrafo que la compone y, también, porque uno de sus personajes (Alma) recuerda a la actriz Ana Fernández encarnando a María en la película Solas, de Benito Zambrano. 

La novela de Inma Vinuesa huele a la primera etapa narrativa de Víctor Álamo de la Rosa, desde el punto de vista más positivo, pues la primera escena de El olor de los ausentes establece cierto paralelismo quizás consciente e intencionado con El año de la seca, y la ficción de Vinuesa, refleja -como el escritor canario más internacional de estos tiempos- ese trasunto propio de una isla menor, con sus qué-dirán y sus miedos y los miles de secretos que los habitantes del escueto territorio esconden bajo las telúricas piedras de su árido paisaje. La novela de Inma Vinuesa huele, por tanto, a narrativa Canaria, pero esa literatura canaria capaz de traspasar fronteras por su carácter universalista, que le permite ser entendida en cualquier parte del mundo.

La novela de Inma Vinuesa desprende un perfume a narración lírica, aspecto este que se agradece en las escenas más duras, porque Inma Vinuesa logra que la dureza de lo que escribe no la leamos como tal, de modo que los sucesos terribles se suavizan con ese lenguaje poético y cercano, aunque Inma no deja de advertirnos de lo cruda que es la realidad, pero sin caer en lo escabroso o lo burdo y, casi sin darse cuenta, nos invita a abrir todos nuestros sentidos, no solo el olfato, sino, igualmente, el oído, el tacto, y, la vista, y así nos empapamos de sucesos y hechos que preferiríamos no conocer.

La novela de Inma Vinuesa huele a originalidad en su manera de narrar ciertas historias, como la biografía reconstruida desde la nada por Rosa de su madre alcohólica, Alma, a través de los archivos médicos; o en esa inclusión sin ningún tipo de explicación ni titubeos de dos finales dispares a modo de juego con el lector.

La novela de Inma Vinuesa huele, sobre todo, a Inma Vinuesa, porque, a pesar de todas sus influencias, y gracias a todas las fuentes de las que se ha nutrido para enriquecer su obra, esta escritora logra construir, en El olor de los ausentes, un relato coherente, vivo, colmado de alma; un relato que atrapa e impresiona, con esos amores extraños e insólitos, fuera de lo común, mientras todo tu ser se impregna de ese olor a angustia, tragedia, impotencia, y, simultáneamente, a ese olor inolvidable de la buena literatura, la Literatura con mayúsculas.

Algunos puntos de venta de El olor de los ausentes

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