De Espinas, Cenizas y Licores: el grito mudo de Luz Arrocha, por Elena Morales


Escritura entre las nubes lanza De Espinas, Cenizas y Licores, la ópera prima de la filóloga Luz Arrocha, autora, igualmente, de la ilustración de la cubierta del libro, una enigmática imagen que representa una crisálida invertida a punto de salir de su capullo en alusión al proceso de transformación. El poemario se presentará el sábado 15 de octubre, a las 19:30 horas, en la Librería de Mujeres de Canarias (calle Sabino Berthelot, 42) en Santa Cruz de Tenerife.

En «Carta a una señorita en París», de Julio Cortázar, el narrador confesaba que de vez en cuando vomitaba conejitos. En De Espinas, Cenizas y Licores, Luz Arrocha «vomita» y «escupe» emociones; la escritura surge de ella con gran fuerza, con ese tono de reivindicación, protesta, ironía y enfado que unifica una obra habitada por un contenido a veces directo y otras más críptico, pero que siempre es una mezcla de lo mental y lo visceral.

Luz Arrocha no se recrea en la belleza del lenguaje en sí mismo sino que se vale del lenguaje para transmitir su visión de aquello que le causa crispación. Por eso cada una de las palabras que lanza sobre el papel está llena de contenido y con su rico léxico nos deleita con imágenes plásticas sorprendentes y audaces («bostezan las grapadoras», «se besan los mortales pitillos», «las danzas de piedra viva»…).

De Espinas, Cenizas y licores es también un canto a la libertad. Y este canto se materializa a primera vista en el propio grafismo y en la sintaxis del poemario: no hay mayúsculas, ni cursivas porque «cada palabra tiene el mismo valor», y la puntuación brilla por su ausencia. Son licencias de la autora que se tornan en normas. Esas que le otorgan unidad a su obra al tiempo que sellan su personalidad.

La mujer, la muerte, la vejez, la enfermedad, la soledad, el sexo y la homosexualidad, el paso del tiempo, pero sobre todo una lacerante crítica a la sociedad actual, a las convenciones, a lo estipulado son algunas de las temáticas que va recorriendo Luz Arrocha en este libro desde diversos enfoques y perspectivas. Un cóctel tan substancioso como dispar, gestado y madurado a lo largo de los años. El resultado es una obra amarga, un grito mudo, que refleja una hipersensibilidad nacida del dolor, del llanto, de la impotencia.

El libro comienza con un poema cuyo título es una frase hecha: «A palo seco». Se trata de un texto con garra, pues una acción tan cotidiana como «bajar a la calle a comprar el pan y el periódico» se llena de angustia con la expresión «sin pegarse un chute duro». Esta primera mirada, llena de dureza, hacia a la sociedad o a la vida es una introducción a lo que encontrará el lector a lo largo de estas páginas: escenas demoledoras y a veces terribles, como la pederastia presente en «Asalto a la cuna», la situación de una niña en la guerra de «Corazón de muñeca» o la prostitución infantil que vislumbramos en «Farolas verdes», así como las alusiones a la violencia de género tanto por parte del hombre a la mujer («Puñal macho y esbirros», «Hacia la luz»…), como por parte de la mujer al hombre («Calzones desteñidos»), críticas que se extienden a la sociedad que consiente o cierra los ojos ante tales atrocidades.

Pero el tema de la mujer no se reduce al de los malos tratos en sus dos direcciones, sino que resurge con su indagación en un tipo de fémina manipuladora, trepadora, altiva e insensible («Mala mujer») o cuando Luz arremete directamente con las feministas extremistas que no buscan la igualdad entre el hombre y la mujer sino que solo aspiran a la venganza por ese pasado histórico patriarcal («Cansancio vaginal»).

Contundente es el poema «XX» al que antecede con igual de furia «XY», gritos, casi himnos, a favor de la tolerancia ante la homosexualidad de ambos sexos «frente a los curiosos torpes / y los prejuicios mundanos».

Paradójicamente algunos poemas esperanzadores son los que aluden a la muerte, (como «Vuelta al paraíso»), ya que en estos escritos este fin es visto como un camino hacia la libertad.

Tampoco faltan textos lúdicos e irónicos, como «Del revés», una balada a la libertad, donde sigue presente la diatriba a las convenciones y lo estipulado. Nuevas críticas al ser humano emergen en «Inercia terrenal» y en «Pan y Circo» en los que, ante «la naturaleza absurda y poco constructiva del ser humano», la autora nos da un tirón de orejas por «quejarnos sin hacer nada, dando lugar al mundo que hemos creado».

En «Por mano ajena», Luz Arrocha nos habla del sinfín de sentimientos y sensaciones que trae consigo entrar en la senectud, pero el retrato por antonomasia de la vejez reaparece, mediante una sucesión escogidas acciones y perfectas sinécdoques, en «Peones caídos».

Sin embargo es en el poema humorístico «Días de limón» donde el sarcasmo se agranda con esa retahíla de recomendaciones para pasar lo mejor posible ciclos ácidos y evitar durante esos tiempos, de mayor o menor duración según cada cual, «el mal mirar ajeno».

Muchas otras cuestiones y sutilezas tienen cabida en De Espinas, Cenizas y Licores, un libro escrito para ser leído y releído una y otra vez. Y así, después de oscilar de un tema a otro, después de dejarnos con la cabeza llena de imágenes, la piel de gallina y los pelos de punta, la poeta bebe su «Licor de oruga» y se transforma: «sin más porqués/ me convierto en árbol/ y salgo de puntillas/ enterrando el péndulo».

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