"Noa y los dioses del tiempo", de Ana Joyanes Romo, por Miguel Ángel Brito Febles


Noa existe, y es real aunque no lo crean: Yo la vi. Se llama así, Noa, y nació un uno de diciembre a las 11:16 horas, ni un minuto más, ni un minuto menos. Noa es hija de una madre de agua y nieta de un abuelo de tierra y su abuela es de fuego. Con semejante combinación en nuestra protagonista, ¡cómo no iba a salir un libro tan lleno de fuerza!

Ana Joyanes escribió Noa y los dioses del tiempo usando como piedra angular de la historia esa premisa y su libro, como no podía ser de otra manera, ha salido muy explosivo porque el agua, la tierra y el fuego son tan imposibles de combinar que solo pensarlo es para echarse a temblar. Pero no se preocupen ya que todo está pensado y en Noa y los dioses del tiempo también hay dioses que vienen a poner algo de sosiego y razón a hechos tan tumultuosos. 

En Marinia se para el tiempo, y lo hace justo el día y a la hora que nace Noa, las 11:16 horas. Marinia se convierte a partir de ahí en un minúsculo punto geográfico donde los dioses del subsuelo y el cielo han decidido librar su batalla y para demostrar quién es más poderoso. Sus habitantes ante tales muestras de fuerza se polarizan en dos bandos desatándose una auténtica guerra civil. Solo una persona como Noa, dotada de una cualidad especial, parece ser la única capaz de evitar que Marinia y sus pobladores desaparezcan víctimas del caos generado.

Ana Joyanes escribe con mucha fluidez, ya lo pude comprobar después de leer Lágrimas Mágicas y sobre todo en  Sangre y fuego, pero con Noa y los dioses del tiempo, Ana da un paso más y nos va lleva de la mano a través de una historia circular o en espiral según queramos verla que encierra un mensaje que, a pesar de venir de un libro del género fantástico o épico, está más cerca de la realidad de lo que podemos imaginar. Ana nos habla de cómo los humanos, que a veces nos creemos dueños de la verdad jugando a ser los dioses que no somos, preferimos destruirlo todo desbalanceando el equilibrio de las cosas aún a costa de nuestra propia existencia. 

Iván González, el día de la presentación del libro, hizo una intervención brillante y de entre las muchas verdades que dijo, me quedó grabada una frase: «Noa y los dioses del tiempo tiene su propia banda sonora». Les puedo decir que es cierto. A poco que lo lean como hay que leerlo, en silencio y paladeando los pasajes, podrán oír el sonido de la escritura de Ana. Con pocos libros he tenido esta sensación. Es como si tuviera corazón y éste latiera con fuerza. Hace unos días, tomando un café con ella, me contaba una historia sobre un personaje secundario, casi inapreciable en el libro, Lorenzo, un fabricante de instrumentos de madera. Este personaje, extraído de la realidad, encierra en sí mismo una historia que daría para otro libro y que solo escucharla contada por Ana me hizo remover por dentro. Ahí descubrí, durante ese café, porqué sentí cosas distintas con la lectura de Noa y los dioses del tiempo que con otros libros: si es que al final, cuando un libro nos toca el alma, es porque el escritor ha puesto algo de sí mismo, de lo que ve, de lo que vive, de lo que es.  

Reseña previamente publicada en: http://lavidaensorbos.blogspot.com.es

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