Cartografía poética. Poemas de María Teresa de Vega y Daniel María en la Librería de Mujeres de Canarias



Por Nieves Rodríguez Rivero 

Entre esas casualidades que construyen criterios sin proponérselo está mi irremediable relación con el sistema educativo y sus diferentes y consecutivas versiones de los últimos cincuenta años. 


Mis progenitores confiaron la educación de su hija a un colegio privado. Sin duda lo mejor en que se podía invertir cuando se formaba una familia en tiempos en que había que educar no solo "para ser", sino "para parecer". 
El anhelado "parecer", aunque subliminal, era esa extraña sombra que nos empañaba el ánimo con desarraigo, al tener que demostrar que podíamos salir del polígono en que nos envasaban para, sin entusiasmo, hacernos un hueco en el mapa... de su ESPAÑA, que no por ello nuestra. 

Escolarizada, viví la transición, la democracia, el reconocimiento de las autonomías y la EGB. Luego llegó la Logse, con sus capacidades, sus ciclos y etapas y su idealizada adaptación de los objetivos a las necesidades individuales. Etapa que conocí como madre de tres escolares que traían sus adaptadas tareas, para que, de paso, repasáramos todos en casa, porque la tutora no daba avío. 

Y luego, tras las urnas, era menester cambiar las siglas, para justificar la nueva Ley: loce, lode, loe... ¿y el proceso madurativo...? No pasa nada. Pueden repetir....

Total que, efectivamente, los chicos. No todos, pero sí muchos, progresan porque son fértiles y observadores. Lo que sí merece reconocimiento de este "pintoresco recorrido" es que con los temas específicos por comunidades y el reconocimiento de sus tradiciones y manifestaciones culturales y artísticas hemos conseguido algo imprescindible: permitirles ser Canarios orgullosos, desinhibidos y capaces, sin intención ni tiempo para la criba de la Península, que ya no necesitan.

Así pude comprobarlo en Magisterio, que estudié después de ocuparme, como he dicho, de tutorizar las tareas de mis hijos, que ya son adultos.

Lo que compartí con estos jóvenes compañeros de Universidad y de frías tardes laguneras me llenó de asombro, de voluntad y de esperanza. 

Ahora sigo interesada en aprender... Por eso, este sábado me senté rodeada de canarios cordiales y llenos de inquietudes para oír dos ejemplos de lo que les explicaba. El diálogo de dos poetas canarios, separados en ese recorrido temporal, pero hermanados en un afortunado punto de encuentro, ejemplos ambos de ese espíritu que se desgrana, el que sangra mientras recorren su memoria de acontecimientos. 
María Teresa: con la serenidad, la belleza, el aplomo y la inquietud que la intemporalizan, con la calidad narrativa y la sutileza de una poeta en diálogo constante con el alma. 
Daniel María: el ímpetu, la seguridad, la elocuencia, disparando al desánimo con su inesperado universo en el que nos eleva cuando sus versos le liberan y se nos muestra cercano y a la vez inalcanzable.

No en vano, nos involucramos todos en este singular careo de estos dos poetas canarios que nos demostraron la calidad y el esfuerzo por lo nuestro, su valor y su rostro, que buscamos como identidad, como baluarte... como grito al mundo de una tierra que palpita su esencia.

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