“Durante el petricor”. Palabras de la editora, Elena Morales, en la presentación de este libro en la MAC de Santa Cruz de Tenerife el 12 de septiembre de 2018


Buenas tardes. Gracias a todos por acompañarnos en la prestación del nuevo libro de Héctor José Rodríguez Riverol, Durante el petricor. Gracias a la MAC por cedernos su sala para celebrar este acto.

Contamos hoy con la escritora, dramaturga y prologuista de la obra Lucía Rosa González para presentar este poemario y para mí es un honor y un placer compartir esta tribuna con ella y con el autor, Héctor.

También ha supuesto un gran orgullo y honor haber podido incorporar este volumen al catálogo editorial de Escritura entre las nubes.

Y en tanto que editora les daré solo algunas pinceladas generales del libro, ya que Lucía Rosa González ha escrito un magnífico y muy completo y detallado prólogo de la obra y es a ella a quien le corresponde hoy hablar en profundidad de la poesía de Héctor José Rodríguez Riverol.





Uno de los aspectos que más me llamó la atención y me fascinó de esta obra cuando llegó a mi correo electrónico fue su título: Durante el petricor. El petricor, que no es otra cosa sino el aroma de las primeras gotas de lluvia al caer sobre la sequedad del suelo, a Héctor le produce melancolía. La imagen de la portada, realizada también por Héctor, capta a la perfección ese instante en el que el personaje, en este caso una mujer, se deja invadir por la melancolía en la que le envuelve esa fragancia.

Para mí esta palabra, petricor, de reciente creación en castellano y que todavía no ha sido aceptada por la RAE, contiene ya en sí misma una connotación poética. Es una palabra con mucha historia: «Petri» viene del griego = «Petros», que luego fue recogida y readaptada al latín, «Petrus» y significa piedra. Por otro lado, en la mitología griega, el «icor» era el mineral presente en la sangre de los dioses, o la propia sangre. Esta sustancia mítica, de la que se decía a veces que también estaba presente en la ambrosía o el néctar que los dioses comían en sus banquetes, era lo que los hacía inmortales. Cuando un dios era herido y sangraba, el ikhor era venenoso para los mortales y mataba inmediatamente a todos los que entraban en contacto con esta sangre de ese inmortal.

Este nombre, petricor, fue propuesto en 1964, por unos científicos que aseguraban que ese aroma de los días de lluvia era una consecuencia de unas bacterias que crecen en los suelos y que, gracias al aporte de humedad, alcanzaban la atmósfera y producían ese olor.

En definitiva la palabra petricor tiene tantas connotaciones mitológicas y poéticas como científicas, y por eso mismo creo que resume muy bien el contenido de la obra.

De este poemario me maravilla cómo el autor habla de sentimientos profundos y llega a desnudar el alma pero siempre bajo un tamiz, una distancia que impone con un estilo muy personal que consiste en objetivizar estos sentimientos como si los analizara desde un punto de vista científico, como si quisiera convertirlos en teoremas o enunciados universales que a todos puedan servirles. El poeta logra este objetivo y así cualquiera puede identificarse fácilmente desde la distancia con estos textos.


Esta influencia de la ciencia, la arqueología, la medicina y la lingüística se puede apreciar incluso en algunos de los títulos de sus poemas y prosas poéticas. Cito algunos para que se vayan haciendo una idea: «Constatado», «Origen del seísmo», «Causalidad», «Alineación de planetas», «Secuencias vocales», «Psicosomático», «Fosilizados», «Amnesia» y «Arco iris inverso (que, por cierto, es una metáfora preciosa para describir una sonrisa).

En ocasiones, el autor saca partido a su lado más lúdico para crear verdaderos poemas visuales. Este es un ejemplo: 





El lenguaje de la mayoría de sus textos es sin duda muy culto y también barroco, está lleno
de recursos, metáforas, imágenes y referencias.

Cada bloque de poemas viene precedido por un aforismo del propio autor, que son casi como advertencias, llamadas de atención, que también nos ponen sobre la pista de lo que va a escribir a continuación. Cito aquí solamente tres ellos:

«El amor es una odisea de la que no debería huir nadie
que pretenda sentirse vivo».

«Mis gélidos días de lluvia precisan el calor de tus abrazos».

«Tras la tormenta descubrí que su intempestivo agravio
me había hecho más fuerte».

En fin, estamos ante un libro denso, al que le pueden sacar mucho partido, es una obra para leer y releer, para jugar también con la poesía. Se podría escribir mucho sobre este volumen, como ya ha hecho magistralmente Lucía Rosa, a ella le cedo la palabra y luego podrán escuchar a Héctor José Rodríguez Riverol, un escritor con un imaginario potente y singular, que hoy tienen a su disposición para preguntarle lo que deseen así como para achucharlo a abrazos y devolverle todo el cariño que él despilfarra siempre a raudales.


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